Hacen oficinas en el ex búnker de Massera y los empleados ven fantasmas
Posse
vendió al margen de la ley la casa del dictador, que funcionó como
centro clandestino de detención. Los sucesos que el dinero no pudo tapar.
Por Guillermo Zanetto
No tuvo la siniestra fama de otras sucursales del horror como la ESMA,
el Vesubio o el Pozo de Banfield. Sin embargo, La casa SIN (Servicio
Inteligencia Naval) o casa del COARA (Comandante de la armada) de Villa
Adelina fue uno de los escenarios en donde el terrorismo de estado
–bajo la figura del dictador Emilio Massera- manejó a su antojo y
voluntad la vida y muerte de quienes caían en sus manos durante esa
época nefasta de nuestra historia reciente.
Sin embargo, el predio no llegó intacto hasta nuestros días porque el
municipio a cargo de Gustavo Posse no sólo negó siempre las
incontrastables evidencias de lo que allí funcionó, sino que además
incumplió las leyes de preservación histórica y vendió el terreno para
que se construyan oficinas por la módica suma de 14 millones de pesos,
destruyendo su promesa de utilizar el lugar para hacer un campo de
deportes abierto a la comunidad. Hoy los trabajos están casi terminados
y algunas empresas –como Páginas Amarillas, según pudo saber 24CON- ya
se instalaron en los nuevos edificios.
De la casa de fin de semana que el dictador convirtió en su propio búnker de torturas no queda nada. Los calabozos subterráneos, túneles y el parque –siempre custodiado por un alto muro perimetral- fueron arrasados y hoy hay dos moles espejadas gigantes separadas por un playón con una fuente. Un emprendimiento millonario que trató de enterrar el pasado pero no pudo, por un lado, por la memoria de los vecinos que se niegan a olvidar. Por el otro, por una serie de inexplicables sucesos que afectan a los trabajadores de esa nueva construcción.
De la casa de fin de semana que el dictador convirtió en su propio búnker de torturas no queda nada. Los calabozos subterráneos, túneles y el parque –siempre custodiado por un alto muro perimetral- fueron arrasados y hoy hay dos moles espejadas gigantes separadas por un playón con una fuente. Un emprendimiento millonario que trató de enterrar el pasado pero no pudo, por un lado, por la memoria de los vecinos que se niegan a olvidar. Por el otro, por una serie de inexplicables sucesos que afectan a los trabajadores de esa nueva construcción.
Pasado nefasto
Desde hace mucho tiempo algunos vecinos de San Isidro junto a
organismos de derechos humanos reclaman por la señalización y
preservación de los centros clandestinos de detención de personas que
existieron en el distrito (Ver Nota “Por qué Posse quiere ocultar los Centros de Detención Clandestinos de San Isidro).
Allí
figuraba la Casa SIN de Thames y Panamericana y una descripción de ese
centro de “paso” para detenidos que luego eran derivados a la ESMA o a
otras dependencias ilegales de la dictadura. En los juicios por lo
sucedido en la escuela de mecánica, se nombra a este “anexo” que
formaba parte de la estructura represiva. Incluso en una nota publicada
en el Diario Página/12 en 1998 ya relataba el pasado de ese lugar
gracias al testimonio de ex conscriptos que prestaron servicio ahí (ver nota).
En
noviembre de 2010, antes de que se concrete la venta del predio y
comiencen las obras, 24CON visitó la Casa SIN y recopiló el testimonio
de vecinos sobre la historia de ese lugar (Ver nota “Se vende la casa de Massera y se "borra" la memoria del horror").
Incluso este diario se comunicó con la escritora Pilar Calveiro, quien
estuvo secuestrada allí por la dictadura y cuyo testimonio reconstruyó
lo que sucedía en esa casa:
“La casa de Thames y
Panamericana fue la primera escala de muchos secuestrados del SIN,
posteriormente enviados a la ESMA. Los llevaban allí cuando recién eran
detenidos o bien cuando formaban parte de alguna operación que se
intentaba mantener bajo reserva, por lo menos por un tiempo. Diferentes
cuartos de la casa e incluso los baños se utilizaron para encerrar a
los prisioneros, custodiados por una docena de oficiales y suboficiales
del Servicio de Inteligencia Naval. Unos pocos sobrevivimos; los más
sólo pueden reclamar memoria y justicia a través de nosotros porque ya
no están: fueron asesinados por personal naval después de toda clase de
padecimientos, dentro y fuera de esa casa, la casa de Thames y
Panamericana” (fragmento del testimonio)
A pesar de estas
evidencias en primera persona, el municipio negó -por medio de
diferentes comunicados oficiales- tener conocimiento de lo sucedido en
ese predio y lo vendió por una cifra cercana a los 15 millones de pesos
a “Emprendimientos inmobiliarios Sudamericana S.A”, quién
inmediatamente comenzó a construir en el terreno.
Pericias que llegan tarde
El
año pasado, después de que empezaran los trabajos en ese predio
municipal vendido a un privado, el juez federal Sergio Torres impuso
una medida de no innovar en el terreno –la segunda si se cuenta una
anterior dispuesta en 2008- y nombró al Equipo Argentino de
Antropología Forense al frente de las pericias a realizarse en el
lugar. Sin embargo, los resultados no encontraron restos humanos.
“Las pericias determinaron que no hallaron restos óseos humanos en la
mitad del predio que estaba intacta, en la zona donde estaba la
pileta”, explicó a 24CON Raquel Witis, miembro de la Comisión por la
Memoria la Verdad y la Justicia Zona Norte. En la otra zona, las
excavaciones ya estaban avanzadas y se habían llevado varios camiones
de tierra. “Nunca se va a saber si antes de que empezaran los trabajos
y se remueva la tierra había alguna prueba o resto humano en ese sector
del predio”, se lamentó.
Entre los dos gigantes edificios de
oficinas, adornados con una fuente, cruza un viaducto sobre el que no
se puede construir, parte del laberinto entubado que fue utilizado
durante el “robo del siglo” al Banco Río. También podría haber sido
utilizado en los años de plomo para deshacerse de evidencia, aunque ya
no se podrá comprobar.
De la misma forma, Raquel Witis aseguró
que ya están avanzadas las conversaciones con la empresa dueña del
terreno, el municipio y la Secretaría de Derechos Humanos para poder
instalar la señalización correspondiente a estos sitios, tal y como lo
dispone la Ley provincial N°13.584 y la Ley Nacional Nº 26.691, en las
mismas normas donde se insta a preservar estos lugares. Esta vez no se
pudo.
Memoria y mensajes “inesperados”
La
nueva construcción dividió la opinión de los vecinos de Thames y
Panamericana. Algunos, vieron que sus propiedades se revalorizaron con
el emprendimiento y los comerciantes se benefician con el movimiento de
personas. Sin embargo, los residente más antiguos todavía recuerdan los
disparos en la noche, los misteriosos camiones que entraban y salían,
los militares cortando la calle cuando había “visita oficial” y la
promesa, una vez restituida la democracia, de convertir el lugar en un
centro de esparcimiento público. Promesa que el Clan Posse –padre e
hijo que ocuparon el cargo de intendente- no cumplió.
Desde que
comenzaron las obras se abrió un nuevo capítulo y es el de las
experiencias “extrañas” que cuentan los trabajadores del lugar. Según
los relatos, son frecuentes los ruidos inexplicables, como así también
vigas que cambiaban de posición de un día para el otro sin que nadie
entienda cómo puede suceder.
“Los obreros te cuentan cosas que son creer o reventar, tienen bastante
miedo y más cuando se enteraron lo que fue este lugar”, explicó uno de
los vecinos a este medio que prefirió mantener el anonimato. “Un
albañil vio la figura de un hombre militar vestido con ropa de gala y
uno de los pintores me relato que estaba solo y escuchó un estruendo
del otro lado del vestuario, con gritos y arengas, pero cuando salió no
había nadie”, dijo.
“Son personas que conocemos porque vemos todos los días y no tienen por qué mentir, porque incluso algunos de los obreros dejaron de venir a trabajar y otros están con licencia”, aseguró, aunque esta versión no pudo ser confirmada con la empresa contratista. Pero off the record todos los que trabajan ahí confiesan haber “oído hablar” de lo que sucede.
La única certeza es que, si se perdieron elementos y datos probatorios por no poder preservar el terreno ya que los intereses económicos fueron más fuertes que la voluntad del municipio por saber la verdad, lo único que resta es procurar que por lo menos se cumpla con la señalización para preservar la memoria de todos los lugares que formaron parte de la maquinaria asesina de la dictadura. Un pequeño homenaje a los que ya no están para hacerlo.
29 de agosto de 2012
“Son personas que conocemos porque vemos todos los días y no tienen por qué mentir, porque incluso algunos de los obreros dejaron de venir a trabajar y otros están con licencia”, aseguró, aunque esta versión no pudo ser confirmada con la empresa contratista. Pero off the record todos los que trabajan ahí confiesan haber “oído hablar” de lo que sucede.
La única certeza es que, si se perdieron elementos y datos probatorios por no poder preservar el terreno ya que los intereses económicos fueron más fuertes que la voluntad del municipio por saber la verdad, lo único que resta es procurar que por lo menos se cumpla con la señalización para preservar la memoria de todos los lugares que formaron parte de la maquinaria asesina de la dictadura. Un pequeño homenaje a los que ya no están para hacerlo.
29 de agosto de 2012